En los meses siguientes a la firma del tratado de París, se produce el éxodo de los administradores coloniales, de los militares franceses y de algunas familias y, como contra partida, la instalación del gobierno británico, junto al arribo de comerciantes, de especuladores territoriales y de colonos americanos e ingleses.
A pesar de todo, el destino del territorio que más tarde se transformaría en Canadá, aún no estaba sellado. Francia se encontraba reconstruyendo su marina de guerra y tal vez podría revertir su derrota. Las relaciones entre las colonias americanas e Inglaterra, se tensaban cada día más.
Con la esperanza de ganar la lealtad de los nuevos habitantes de la colonia transformada en provincia, los británicos adoptaron el Acta de Quebec en 1774. Esta ley garantizaba a los colonos la libertad de religión y restauraba el derecho civil francés que se hallaba suspendido desde el momento de la conquista. Asimismo, ampliaba las fronteras de la provincia incluyendo los territorios que dependían del Gobernador de Quebec bajo el régimen francés.
La Revolución americana trae consigo la guerra en lo que había sido la Nueva Francia. Las tropas americanas ocupan Montreal en 1775-1776, pero no pueden tomar Quebec. La revolución acarrea también, una importante consecuencia para Canadá : la llegada de un gran número de Leales, colonos americanos que continuaban fieles a la Corona y que huían de la persecución. Aunque algunos se instalaron en pueblos franceses, la mayor parte de los 30 000 refugiados, se establecieron en las zonas de las Marítimas, de Estrie, y en lo que actualmente es Ontario, desbrozando un territorio aún salvaje.
En el plano económico, el año 1783 vivió la creación de la Compagnie du Nord-Ouest, cuya casa matriz se encontraba en Montreal. Esta sociedad, competencia exitosa de la Compagnie de la Baie d’Hudson en el norte y del comercio americano en el sur, contribuirá a hacer de Montreal un polo económico del nuevo país que tomaba forma.