En 1867, las regiones de Canadá se dotarán finalmente de una estructura constitucional más estable. Ese año, el Acta de América del Norte británica unía las provincias de Nueva Escocia, de Nuevo Brunswick, de Quebec y de Ontario para conformar el Dominio de Canadá. La divisa del país, aún vigente, se inspira en el Salmo 72 : «dominará de un mar al otro» («de un océano al otro»). Manitoba y los Territorios de Noroeste – de donde se fragmentan en 1905 las provincias de Saskatchewan y Alberta – ingresan a la unión en 1870, Colombie-Britannique en 1871 y la Isla del Príncipe Eduardo en 1873. Salvo por Terre-Neuve, ya tomaba forma el Canadá que conocemos actualmente.
En esta época, se construyen grandes vías férreas para vincular el Atlántico con el Pacífico. Es un período de inmigración continua, especialmente hacia el oeste, de industrialización creciente y, en la parte central de Canadá, de desplazamiento de poblaciones rurales hacia los centros urbanos en expansión. La unión de 1867 no pone fin a las tensiones entre los tres pueblos fundadores : los autóctonos, los franceses y los ingleses. En ciertos casos, serán exacerbadas. Recordemos el llamado Asunto de las Escuelas de Manitoba y en las dos rebeliones armadas del pueblo mestizo en el oeste canadiense. La construcción del país continúa exigiendo líderes aptos a vencer las diferencias, y de educadoras capaces de enseñar a sus alumnos y alumnas a ponerse de acuerdo.